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El
buen amigo no anula al otro sino que lo potencia, es su compañero y
un facilitador de sus muchas posibilidades. Sufre cuando tu sufres y
se alegra cuando tu te alegras. No es envidioso, ni prepotente ni se
aprovecha de ti
La
amistad no se impone, ni se programa, como todo en la vida requiere
de un esfuerzo para conseguirlo y lo más importante es poner los
medios para lograrlo y mantenerlo.
La
amistad se muestra en los momentos felices: el nacimiento de un hijo,
la celebración de un ascenso laboral, la inauguración de una casa.
En otras ocasiones la amistad se concretiza en una llamada telefónica
para pedir un consejo o compartir un proyecto o intercambiar ideas
políticas, religiosas o de la propia existencia, o simplemente por
esa sensación que tenemos de que existe una persona, aunque sea a
cientos de Km., a la que podemos recurrir solamente para hablar y
saludarla.
La
amistad no se centra en las cualidades del otro sino más bien en su
propia esencia: cómo es como persona, qué cualidades tiene, qué
sentimientos provoca.
La
amistad no origina simpatía hacia la persona sino empatía:
capacidad
para comprender y para compartir alegrías y tristezas.
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