jueves, 7 de marzo de 2013

HUMILDAD

La humildad nos lleva a la realidad, y para poder querernos mil veces más primero tenemos que ser realistas, asumir lo que somos y desde ese punto crecer. A semejanza del sistema de control de un invernadero, donde se monitorizan y adaptan las variables de humedad y temperatura, la variable que debemos monitorizar en nosotros mismos para controlar nuestra humildad es el orgullo. Una estima exacerbada o extrema por nosotros mismos nos lleva a pensar que sólo existimos nosotros, que somos el centro del universo, que lo que hacemos está todo bien y además nos olvidamos de los demás.
El exceso de orgullo produce los mismos efectos que si te escayolan los codos, de tal manera que no podrás flexionar los antebrazos y por lo tanto no podrás acercarte las cosas a la cara, tu cara se habrá alejado de tus manos y sólo podrán alcanzar la cara de otros. De la misma manera tu exceso de orgullo, es decir, tu vanidad o tu soberbia, te alejarán de tu propia realidad y sólo podrás ver la realidad de otros.
Siendo humildes seremos realistas y esto nos permitirá conocernos mejor, saber en qué estamos bien y en qué tenemos que mejorar. La humildad es además un estupendo inhibidor de falsas ilusiones. Te pongo un ejemplo para que me entiendas lo que quiero decir: hace una semana fui a comer con unos amigos a un restaurante cercano, al poco de comenzar a comer se sentó en una mesa contigua una pareja conocida, nos saludamos y continuamos cada uno por su lado. Pues bien, el perfume que provenía de la mujer era tan fuerte que distorsionaba el olor del caldo que tenía delante, incluso al paladar sabía raro. La humildad ejerce en nosotros un efecto de filtro, evitando o atenuando las falsas creencias o influencias, dado que en todo momento sabemos quiénes somos, cómo somos y qué queremos.

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